La solidez de la obra de Padura no se manifiesta solo en que ha publicado profusamente sino en un don narrativo especial que convierte la vida política en novela sin que se vea la más mínima costura.
La solidez de la obra de Padura no se manifiesta solo en que ha publicado profusamente sino en un don narrativo especial que convierte la vida política en novela sin que se vea la más mínima costura.
Agradecida al periodista José Luis Ávila por esta entrevista Gisela Kozak: “Hoy más que nunca Venezuela vive de la mentira”.
Gracias por detenerte
Nací en Caracas, Venezuela, y aquí me he quedado supongo que por amor a la insensatez: convertirse en escritora es un destino incierto y serlo en Venezuela es una locura. No me quejo porque en mi caso puedo hablar sin ambages de una elección y al elegir, incluso si se tratase de una opción equivocada, se paladea el placer adictivo y peligroso de la libertad. De todo lo que he hecho para sobrevivir, rebelarme, divertirme, aprender, cambiar mi realidad, escribir y amar solamente lo que me ha procurado este placer ha valido la pena y ha alimentado mis novelas y cuentos. Reivindico de mi país las aspiraciones de libertad que han resistido las apetencias autoritarias y las páginas de una literatura de grandes hallazgos en cuanto a poesía y caracterizada por una tradición narrativa de hombres y mujeres atentos, quizás demasiado y es nuestro pecado original, al pulso de la calle y de la historia. También la sazón de la comida, los afectos, el espíritu de algún licor y el acento de mis palabras forman parte de pertenecer a una nación, pero todos sabemos que la literatura es una conexión con la cultura y con lo humano más allá de esta circunstancia. Asumo mi inconformidad con la realidad como el origen de mi escritura y como la razón de que siempre haya acompañado causas políticas y sociales colectivas, pero por ninguna de éstas me convertiré en sierva de nada ni de nadie ni mucho menos dejaré de disfrutar la obra de un(a) autor(a). He leído a Mario Vargas Llosa y a José Saramago con el mismo placer que a Teresa de la Parra, Clarice Lispector, Ana Teresa Torres y Sarah Waters; me gustan Leonardo Padura y Alejo Carpentier; Amos Oz y Orhan Pamuk; Doris Lessing y Sor Juana. Vasili Grossman me ha conmovido tan hondamente como José María Arguedas y la poesía de Olga Orozco, Cristina Peri-Rossi e Ida Gramcko convive en mi estantería interior con las palabras de Rafael Cadenas, Ana Enriqueta Terán, Ajmátova y unos cuantos de mis contemporáneos.