
La democracia se define precisamente en virtud de la crítica”. Como ejemplos de su exitosa abolición pone al estado absolutista, a los regímenes dictatoriales que tienen un elevado interés en eliminar cualquier atisbo de pensamiento libre: “La libertad y la crítica se condicionan mutuamente. Del mismo modo que no puede haber libertad sin crítica, tampoco puede existir la crítica si no hay libertad.”
Así que Reich-Ranicki hace hincapié en el valor eminentemente político de la crítica literaria, para señalar después la dimensión inevitablemente ética de la estética de un crítico, ya que el elogio o el rechazo de un libro siempre contiene una “declaración (…) a qué clase de literatura aspira el crítico o qué otra clase querría impedir.” Su cometido debe ser una “defensa agresiva de la literatura” y no del interés de la editorial o del autor. Y mucho menos ha de moderarse en sus pronunciamientos, todo lo contrario: la claridad es su objetivo y esta se ha de perfilar al máximo con juicios extremados.
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