Valeria, me alejo de tu casa en una mañana de febrero inusualmente caliente y pegajosa y pienso que el cielo y el sol deberían sonar como las danzas antiguas que seguro vas a ensayar en tu guitarra, al estilo de “Diferencias sobre el tema guárdame las vacas”, de Luys de Narváez, esa pieza que tanto te gusta. En el ensayo fumarás de modo sucesivo tus cigarrillos farsantes y mentolados. Qué ganas de arruinar esa voz clarísima que junto con tu guitarra me impulsó a quedarme contigo un tiempo más cuando yo solo quería disfrutar de tu atractivo dorado y terrible de leona por una noche de aromas muy vivos. La atmósfera de los árboles y las casas del camino no me permiten pensar claro y disminuir la sensación lamentable entre el corazón y el vientre, este puñado de alfileres que en otros casos sería despecho y en este caso es pura desazón, simple repetición de mutuos abandonos que ha habido con otras mujeres. Conduzco por las montañas y el aire me duele, enciendo la radio y distraídamente cambio las estaciones; oigo el Lamento de Olympia, de Monteverdi, cantado por Emma Kirkby y entonces el humor me cambia…..(sigue) “Fuga” de Gisela Kozak